Afuera!!!

Yo salí de Cuba, por unos días, unos días, no más. Era mi primera vez y entre una cosa y otra tuve unas 72 horas de soledad relativa para pensármelo todo, para recorrer todo el camino hasta llegar allí. Tuve la pésima inspiración de cargar entre mi música para escuchar con la pieza “Arenas de soledad”. Fue una elección fatal, en su momento cuando la cinta “Habana Blues” salió nos golpeó a muchos de mi generación como una patada en el plexo solar, nos dejó sin aire y con los ojos hechos agua, porque nos enfrentó con el hecho de que una parte de la Cuba de nuestra edad goteaba sin remedio hacia afuera, gravitando a otros países y dejándonos a los que nos quedamos con la obligación casi de congelar todos sus recuerdos para cuando ellos vinieran de visita los fines de año.
Más de una vez me he sentido tentada de olvidarme de los correos que llegan de todo el mundo y no leer ni uno más, ganas de olvidarme de los que están en Europa, de los que brincaron hacia Estados Unidos, de los que se derramaron por toda Latinoamérica y hasta de la única que se atrevió a hacer su residencia en Japón. Es como si se hubieran ido a otro universo y no pudiera seguirlos.
Todos tienen vidas muy diferentes a las que hubieran llevado en Cuba, muy diferentes. Hubo quien se aventuró a tener hijos cuando juraba y perjuraba que no iba a parir para nadie. Hay una, ordenada, previsora y tremendamente predecible en Cuba, que en Francia se dedica a trabajar como una bestia durante seis meses al año y con lo que gana se dedica otros seis meses a haraganear en lugares baratos, sin guardarse nada para después. Hay quien era ejemplo de haraganería y negligencia, que se ha vuelto modelo de laboriosidad y pulcritud. Hay quien se casó con alguien que le doblaba la edad; quien salió del closet no más cruzó la puerta de inmigración; quien se volvió la persona más estable, inexplicablemente porque, cuando era ciudadana de la República de Cuba, era un ejemplo de neurosis. Siguen siendo las mismas, los mismos, pero ya no son ellos.
Tenemos un hueco inmenso entre nosotros y no es la distancia, es el hecho de que en esa otra realidad completamente distinta a esa de donde proceden, ellos continuaron creciendo y crecieron en otra dirección, y yo no estuve ahí para verlo. Ellos no me vieron, yo no los vi a ellos, por tanto, ya no nos conocemos mucho y tenemos muy pocas oportunidades de volvernos a conocer. Estamos como en dimensiones paralelas. No es que quiera volver el tiempo atrás, pero la verdad es que a veces los extraño mucho. Tengo un gran resentimiento por el hecho de que se hayan ido, no con ellos, sino con lo que los hizo irse. No me envanezco ni me siento más patriota por haberme quedado, simplemente no me fui y ellos sí se fueron. Las raíces no están en la tierra, sino en la gente, la patria puede ser la historia, la cultura, pero la patria también es la gente, es tu gente, la que ha formado parte de tu vida, y si la gente se va… muchos terminan por pensar «¿para qué quedarse?»